Señor, ¿qué quieres hacer de mí?


Bendigo la luz de este nuevo día y a ti Padre, que eres la Luz; me uno en este instante a la creación para alabarte y bendecirte como mi Señor y Creador. Oro para que disminuya el dolor en el mundo y desaparezca la ignorancia acerca de Ti; tambien oro por las familias, para que lo que hagamos no se convierta en pecado; para que nuestra muerte sea iluminada por tu luz y nos encuentre en estado de gracia.

Hoy, Señor, me has hecho comprender que Tú levantas al humilde y llenas de riquezas al pobre, le eres favorable y muestras tu misericordia. Por eso te pido que permitas a tu Hijo nacer en mí, para que yo sea libre, y en Él aparezca como una persona justa, para que me concedas la paz y abras desde ahora la puerta del cielo que ha permanecido cerrada por mis pecados.


He sufrido debido a muchos recuerdos de errores, por lo que me he sentido avergonzado y culpable, aunque esto ha disminuido. Ha sido un martirio vivir el combate contra el sentimiento de culpa anclado en la rigidez de mi humanidad.


También me ha ocurrido que, por alguna razón, digo cosas, o asumo ciertas actitudes y comportamientos que no quiero tener, sabiendo que son forzados, artificiales o inadecuados. Surgen de forma intempestiva, no los puedo evitar, producen incomodidad, porque vienen a ser prácticamente ofensas involuntarias de mi parte.


Tengo la certeza de que Tú ya has perdonado y olvidado esas culpas y me vas limpiando progresivamente en el sacramento de la reconciliación. Obras cada vez con más poder y me proporcionas una paz creciente al ayudarme a tomar conciencia de que esos pecados ya no existen, aun cuando han producido ciertos efectos y consecuencias.


Al mostrarme poco a poco que en algunos aspectos no me he perdonado, en tanto que ya me perdonaste desde hace mucho tiempo, me afianzas en la esperanza de que Tú abrirás cada vez más las puertas de ese Cielo que anhelas para mí.


Por eso te pido que Tu Hijo Divino sea maestro, guía, reparador, redentor, padre, hermano, amigo y salvador. Que llegue a su fin mi noche de pecado y comience la claridad resplandeciente de Tu Hijo Redentor en mí. Hoy, Señor, te amo, te doy gracias, me uno a tu humanidad, a tu divinidad y con nuestra Santa Mamá te damos amor, adoración y alabanza con el mismo amor, poder y sabiduría de la Divina Voluntad, que es la única que puede darte todo lo que nosotros no alcanzamos ni siquiera a desear ni a imaginar para corresponder adecuadamente a tu amor, tu misericordia y tu majestad.


Quiero hacer buenas obras hasta el día de mi muerte, tener paz, mirar a las demás personas a los ojos sin remordimientos ni culpa, quiero tomar decisiones con claridad y confianza absoluta en Ti, no tener miedo del futuro ni del presente, no sufrir más por mi pasado, dominar mis pasiones, doblegar mis inclinaciones malas, decir siempre la verdad y tener la libertad de hijo tuyo.


Padre, te amo, te doy gracias, te alabo por tu ser inmutable, por tus perfecciones infinitas, por haberme creado. Me reconozco y me acepto como criatura y obra tuya. Te bendigo y te adoro: a Ti todo honor, magnificencia y divinidad como a supremo Señor y Creador de todo lo que existe. Pongo mi espíritu en tus manos, me ofrezco a ellas; te pido que me enseñes lo que es de tu mayor agrado para vivirlo.

Gracias, Señor! 

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