Señor, ¿qué quieres hacer de mí?


 Tu grandeza me subyuga, tu magnificencia me traspasa, tu poder me abruma, tu amor me consume, tu voluntad me domina, tu delicadeza me conmueve, tus designios me desconciertan, tu sabiduría me asombra, tus perfecciones me sorprenden.

 

Oh Creador, fuente de sabiduría y principio de todo, haz descender sobre mí el sol de tu voluntad, apartando de esta manera mi ignorancia y mi pecado, que cubren como velo espeso mi entendimiento. Si Tú no renuevas mi espíritu ni fortaleces mi ser, no puedo hacer nada; si no me conviertes en templo vivo, nada puedo; si no lo dispones, ni siquiera puedo respirar.

 

Señor, con urgencia, con necesidad apremiante, con angustia, te pido en este momento: Dame claridad para entender mi vida y el sentido de la vida, para memorizar y recordar todo lo que es agradable y deseable a tus ojos, un método eficiente y fácil para asimilar las enseñanzas que se encuentran implícitas en todas las situaciones de la vida, una atención aguda para discernir tus designios, una gracia especial para dar testimonio de Ti con las palabras y los hechos, concédeme iniciar con acierto las actividades y los proyectos en mi vida, dame Tu guía al progresar en ellos y concédeme llevarlos a un buen final.


Además, Señor, sabiendo que Tú eres el dueño de todo, que eres soberano, que dispones inclusive de nuestros conocimientos, nuestros recursos, nuestra vida profesional y material, te pido, Señor, en razón del sufrimiento tan grande que Tú bien conoces y sabes que me aflige desde hace tantos años, por favor, Señor mío y Dios mío, concédeme la gracia, el don, el beneficio, la bendición, el regalo, de llevar una vida que sea para gloria tuya, santificación mía y edificación de mis hermanos.

Hoy te suplico, no me dejes desfallecer ni escapar de Ti.  No me dejes sentirme preferido, superior, perfecto, infalible, autosuficiente, orgulloso, irreemplazable.


No me dejes volver a ser insoportable, incomprensivo, injusto, soberbio, autoritario, impaciente, irritable, precipitado.


Ayúdame, Señor, a comprender que, así como tengo defectos y me cuesta luchar contra ellos, de la misma manera, las demás personas también los tienen y sufren tratando de corregirlos en diferente medida, porque no se dan cuenta de ellos, no los aceptan o no quieren corregirlos; a lo mejor su voluntad es débil, están bajo la influencia de otras personas que no las dejan cambiar y se ven obligadas a vivir en carne propia esas consecuencias y a permanecer encadenadas a la pesadez que les produce dicha situación, por lo cual me llamas a ser más comprensivo ante los defectos y las debilidades de los demás. Al mismo tiempo, te pido que me ayudes a concentrar en el ejercicio del bien, sin fijarme en las reacciones que esto pueda suscitar en las otras personas, ni  hacer caso de las alabanzas o los desprecios que puedan manifestar hacia mí.


Te pido, Señor, que me concedas el equilibrio interior, la madurez de la personalidad y el desarrollo de tu temperamento en mi propia manera de ser, en mis rasgos de personalidad, mi comportamiento, de manera que en cada estado de ánimo y cada situación de la vida, tus emociones y sentimientos afloren espontáneamente en mi corazón y sean un apoyo sólido, una guía para manejar y resolver cada situación. Te pido que me enseñes a vivir sencillamente.


Muéstrame lo que es aparente y lo que es real en el trato con las demás personas, en las diferentes situaciones y decisiones de mi vida.


Señor, me he dado cuenta que en las relaciones interpersonales existe una gran cantidad de detalles que a veces me confunden porque no sé cómo interpretarlos, me ofuscan y desconciertan. Cuando ya creía tener una idea concreta de la situación, de repente surge algo que hace cambiar el contexto. Debido a ello necesito y deseo pedirte aprender y mejorar mi comportamiento, que me muestres, Señor, en qué consiste la fuerza, el sentido, la implicación y el efecto de cada mirada que percibo y transmito, de cada pensamiento propio y ajeno que no se ve, pero se refleja en nuestro proceder, de cada palabra que se dice en el contexto específico de una conversación y puede provocar un efecto positivo o negativo, de cada sentimiento oculto a la vista pero fuerte y claro en el corazón, de cada comportamiento, que es un reflejo de todo lo que llevamos en nuestro interior, de cada intención, cuando los hechos sugieren una cosa pero en realidad consisten en otra, de cada motivo profundo que puede residir en el subconsciente de una persona y la induce a realizar cosas que influyen inadvertidamente en las relaciones interpersonales, de cada decisión, en aquellas que son controvertidas o suscitan duda o incomodidad, así como las decisiones impulsivas que con frecuencia tomamos; de cada actitud, específicamente de aquellas que pueden ser interpretadas erróneamente o de manera precipitada, y de cada emoción que brota espontáneamente en el trato con los demás. Señor, enséñame a comportarme como Tú deseas que lo haga.


Señor mío y Dios mío, sin Ti nada podemos hacer, por eso te pido que vivas en mí, que cumplas cada acto en mi vida, desde el más sencillo, como por ejemplo el cepillado de los dientes y el tendido de la cama, hasta los actos más complejos e importantes de mi vida, como por ejemplo, la oración y práctica de los Sacramentos, el crecimiento espiritual, así como las decisiones y comportamientos de la vida diaria en los aspectos familiares, emocionales, materiales, etc.


Te pido que aceptes cada uno de esos actos de manera que Tú, infinito y omnipotente Dios, puedas realizar en mí lo que nunca podré hacer, y que estos actos cotidianos adquieran los méritos infinitos de tus propios actos y les concedas el verdadero dominio, la gloria completa y la correspondencia de amor que ellos deben otorgar a la Trinidad Santa.


Dame devoción, amor, perfección en el alma, pureza en el cuerpo, nobleza en el pensamiento, bondad en el sentimiento, eminencia en la santidad y plenitud en la gracia. Dame, Señor, a Tu Hijo Querido.

 

Gracias, Señor!

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